
El Alma de la Toga
En el Abogado la rectitud de la conciencia es mil veces más importante que el tesoro de los conocimientos. Primero es ser bueno; luego, se firme; después, ser prudente; la ilustración viene en cuarto lugar; la pericia, en el último.
Hacer justicia o pedirla -cuando se procede de buena fe, es lo mismo- constituye la obra mas íntima, más espiritual, mas inefable del hombre. En otros oficios humanos actúan el alma y física, el alma y la economía, el alma y la botánica, el alma y la fisiología; es decir, un elemento psicológico del profesional y otro elemento material y externo. En la Abogacía actúa el alma sola, porque cuanto se hace es obra de la conciencia y nada más que de ella. No se diga que opera el alma y el Derecho, porque el Derecho es cosa que se ve, se interpreta y se aplica con el alma de cada cual; de modo que no yerro al insistir en que actúa el alma aislada.
En nuestro ser, sólo en nuestro ser, hállase la fuerza de las convicciones, la definición de la justicia, el aliento para sostenerla, el nombre estímulo para anteponerla al interés propio, el sentimentalismo lírico para templar las armas del combate…
Quien no reconozca en sí estos tesoros, que no abogue; quien por ventura los encuentre, que no busque más ni atienda a otra cosa.
El “Alma de la Toga” de Ángel Ossorio y Gallardo.

